martes, 17 de marzo de 2009

Ésta vez sobre detenciones.



- Váyanse y no le digan a nadie lo que pasó eh!

Con este imperativo nos despidieron luego de habernos detenido por cerca de una hora. Acostados con las manos atadas, con una almohada en la cabeza y bombardeándonos con preguntas…

- ¿Dónde vives Juan Carlos?
- ¿En dónde estudias?
- ¿A qué se dedican tus padres?
- ¿Cuántos hermanos tienes?
- ¿Por qué viniste aquí?

Las mismas preguntas más o menos para Martín Manchola, pero mientras él trató de engañarnos yo opté por decir la verdad, fueran “buenos” (policías) o “malos” (ladrones, secuestradores o que sé yo) no tenía yo mucha opción, ya habían registrado mi cartera y en ella estaba la credencial de la escuela y otras identificaciones. Jamás pensé en mentirles.

Martín en cambió eligió intentar despistarlos, por supuesto que no lo logró. A la segunda o tercera respuesta falsa recibió un par de patadas y la amenaza:

“¡No te pases de verga o te carga la chingada, no estamos jugando!”

Llegamos inocentes con la intención de avisarle a Tenoch que la fiesta de “Quema de Cartillas”, con la que celebraríamos el fin del Servicio Militar, sería en dos semanas en el terreno de alguien en algún lugar en San Pedro enfrente del campo de béisbol en Hacienda.

Tocamos el timbre, tocamos la puerta de la reja, se tardaron en abrirnos, insistimos. tras un breve lapso alguien se asomó a la puerta de la casa, preguntamos por nuestro amigo, luego de consultarlo salió y quitó una bandeja de aluminio que después entendimos, estaba allí para prevenirlos de la entrada de cualquiera.

Nada más entramos a la casa nos amagaron, nos amarraron y nos tumbaron al suelo. “Ahora si hijos de la chingada, van a soltar la sopa”. “No la hagan de pedo porque se los carga”,Tranquilitos y no intenten nada”,No nos vean, bajen la cabeza”. Con éstas y otras frases por el estilo nos recibieron, por supuesto nos catearon y quitaron carteras, relojes y dinero. Luego vinieron las preguntas.

Mientras permanecíamos en el suelo se escuchaba que uno de ellos hablaba constantemente por teléfono, quizás para comprobar los datos que nosotros les dábamos o que veían en las identificaciones, quizás para esperar instrucciones o quizás de pura faramalla.

Cuarenta minutos o un poco más nos retuvieron, luego nos liberaron las manos y nos dejaron levantar, lo insólito fue que nos regresaron carteras, identificaciones y hasta dinero, me regresaron también las llaves del coche. “No le digan a nadie lo que pasó aquí, su amigo Tenoch y su familia están metidos en un muy buen pedo, no le digan a nadie porque los pueden involucrar”, ésa fue la recomendación y la despedida, a punto de salir pregunté por mi reloj, el Mido que me prestaba mi papá, “Devuélvele el reloj” le dijo uno a otro.

Ya en el carro revisé la guantera y al parecer nada faltaba ni papeles ni casettes, ni nada, sólo unos días más tarde extrañé algún casette que hoy no recuerdo cuál era.

Nos dirigimos directamente a casa de las Rosas en Alamedas, casi sin cruzar palabras, sólo recuerdo que le dije a Martín que yo si les iba a decir a mis papás, nomás a ellos.

Meses después y ya que habían detenido a los hermanos de Tenoch luego de una balacera en hacienda, comentamos ya con todos lo que nos había pasado, nadie lo podía creer, Tenoch el que no aceptaba mi carro prestado, Tenoch el que se disfrazaba de Santa Claus y visitaba a los amigos en navidad, Tenoch no era culpable pero sus hermanos si, Tenoch desapareció y creo que sólo me crucé una vez con él en el metro, muchos años después de eso y muchos años antes de que escribir estas notas.

Escrito en el 2008 también pero sucedido en 1987.

1 comentario:

  1. Wow!!! Sí que tiene cosas por contar.
    Lo que me resultó más curioso fue lo de los cassettes, claro era 1987.

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