lunes, 18 de mayo de 2009

Frente a Rectoría

Seis meses después me cobraron dos “arbolitos”.
Muchos meses después construyeron una barda en forma de serpiente en ese camellón.

Fue justo enfrente de Rectoría y del Estadio Olímpico, en pleno camellón. El auto se detuvo con un árbol. Eran los últimos días del semestre, cursábamos el séptimo, ya sólo era cuestión de algunos trabajos finales. Ese día Julio Alonso me acompañó a la Facultad sólo porque lo invité, íbamos a jugar un tochito. El manejó de ida, en lo que yo acababa un guión para la clase de Marco Julio Linares, un guión sobre parapsicología.

Entregamos el trabajo, luego nos reunimos en el estacionamiento como siempre, se armó el partido, jugamos contra los “Bambanes”, un grupo de ésos que se clavan en el fisicoculturismo y aunque no la llevábamos mal con ellos, tampoco éramos grandes cuates.

En fin, jugamos el tochito que por cierto ganamos con un pase que recibí de Raúl y en el que libré la cobertura justamente del “Bam Bám”. Luego lo de siempre, las chelas y la conversación. Las mujeres que se habían reunido se fueron antes porque vieron que la íbamos a seguir, entre ellas Brenda, en ese entonces novia de Raúl. En la noche había fiesta por cierto.

Ya de salida subimos al carro, un super vocho blanco, el segundo carro que yo tenía, claro gracias a mi padre. Subimos, Raúl y Tacho atrás, Julio a mi lado y yo al volante, todavía Julio comentó. “Sácame de Ciudad Universitaria y si quieres yo me lo llevo”, yo acepté.

Salimos por el Centro Cultural Universitario, tomamos Insurgentes con rumbo al norte, tomé velocidad en ese tramo, luego las versiones se cruzan, la mía que es la que cuento; una pesera salió del carril de extrema derecha, se abrió y me obligó a hacer lo mismo, luego, perdí el control. El carro se fue de un lado a otro, no lo pude controlar, subimos al camellón y paramos en el árbol. A la altura de Rectoría y del Estadio olímpico.

Julio fui el primero en salir del auto, no recuerdo gritos o quejas, el mismo Julio me ayudó a abrir la puerta, luego me tuve que sentar en el suelo, los de atrás no podían salir, Julio les ayudó también, pasaron los minutos, llegaron ambulancias, llegaron patrullas, las primeras los llevaron a ellos, una de las segundas me llevó a mi.

Antes de subir a la patrulla alcancé a darle el reloj a alguien que estaba por allí, le di el teléfono de la oficina de mi padre y traté de confiar en él, bueno pensé: “De que se lo queden los policías a que se lo quede él pos mejor él”. Fue el mismo reloj que cuando hacía mi servicio militar creí que se lo quedarían los judiciales cuando visitamos a Tenoch.

Fui paseado en la patrulla, me resigné y fui conversando con los policías, tratando de saber cuál era el “orden del día” “¿Qué sigue ahora?” les preguntaba. No me trataron mal hasta eso. Esperaban dinero claro. Me llevaron a casa de mi abuelita allí en la Romero de Terreros, quedaba cerca. De allí otro paseo, más tarde a la Delegación, examen de alcohol revisión del médico y a esperar. No me detuvieron en la Delegación, me devolvieron a la patrulla, allí vi como llegaron familiares, mi hermano me consiguió cigarros, a mi, y a los patrulleros. Ellos me explicaron que sólo era cuestión que firmaran quienes viajaban conmigo, que no fueran a levantar cargos.

El problema era localizarlos, al único que vi fue al papá de Tacho que me dijo que estaba bien, el de Raúl también firmó sin problemas, a quien no localizaban fue a Julio, él fue el más golpeado, estaba hospitalizado en el Sanatorio Español.

Tacho se llevó golpes en las piernas, nada graves, a Raúl se le dislocó el Fémur, tampoco grave pero a Julio le rompí la nariz. Fue necesaria una reconstrucción y cirugías.

El caso es que salí ese mismo día, mis padres se enteraron tarde pero insistieron en llevarme a otra revisión médica, una costilla astillada, golpes en la cabeza y en las rodillas, me sacaron sangre de la frente con una jeringa, pastillas para el dolor, vendas, collarín y ya.

Los días siguientes fue visitar a Julio prácticamente a diario, luego de la cirugía se fue recuperando, hasta parecía contento porque su operación había sido pedida desde Brasil para estudiarla. Bueno así es él.

El carro quedó irrecuperable, lo llevaron en grúa a casa de mi abuelita, era la más cercana. Semanas más tarde fui con el Chof, amigo y mecánico de cabecera a rescatar lo que pudimos, asientos, salpicaduras de atrás y creo que ya.

Vinieron vacaciones, era estar con Julio todas las tardes, primero en el hospital y luego en su casa, se convirtió en centro de reunión, los amigos y las novias llegaban allí, si se festejaba algún cumpleaños, también allí, todo en su casa.

Cada tarde se recordaban los hechos, que si la pesera, que si no la pesera, que fui yo, que no fui yo, que si los envases de cerveza en el carro. mi padre nunca reclamó ni me regañó ni nada, se dio cuenta creo, que con el susto y lo que habíamos pasado fue suficiente, de hecho me dejó manejar a la brevedad yo creo que para que no me traumara.

Dos semanas después recibió la llamada de aquel al que le di el reloj, lo devolvió. Lo fui a recoger allá por Miramontes, ése reloj la libró de nuevo.

Seis meses después, cuando ya acababa la carrera me hablaron de un departamento extraño de la Universidad, Servicios Generales, Mantenimiento o Plantas y Arbolitos, qué se yo. Lo que querían era que pagara los dos árboles que me llevé en el coche.

La primera vez que pasé por esa parte de Insurgentes fue extraño, ahora siempre inevitablemente viene el recuerdo y miro las serpientes de piedra que colocaron en el camellón. Si hubieran estado antes, otros hubieran sido los daños sin duda y también otra la crónica.
Eso que cuento ahora, fue como hace 18 años.

jueves, 7 de mayo de 2009

La del Berlín



Antes de cualquier cosa debo decir que esta es una historia que a otro corresponde contar: Mariño González.

Si el lugar valía la pena, si la música era para recordarla u olvidarla, si los parroquianos tenían señas particulares, es lo de menos, Mariño y Teresa lo hicieron distinto, lo convirtieron en algo.

“Voy a escribir un cuento y se va a llamar `Teresa la del Berlín´” me dijo Mariño saliendo del lugar, calculo yo que a eso de las 5 de la mañana. Y es que esa noche empezamos tarde, jueves de regreso en Sevilla luego de recorrer en la semana Málaga, Jerez, Granada y Córdoba.

Quedamos como suele ocurrir en “hacer algo en la noche”, pasaron las horas después de la cena, hacia las dos de la mañana ya estaba resignado a dormirme cuando se escucharon fuertes gritos desde la calle, por la ventana pude ver un violento pleito entre tres hombres que a juzgar por su lenguaje o eran inmigrantes o estaban demasiado borrachos o las dos cosas porque nunca les entendí nada.

Era una pelea entre tres civiles, fuerte el pleito, luego llegó una patrulla, ni se acercaron los policías, llamaron refuerzos, sólo entre cuatro intentaron controlar al más violento de los involucrados, con muchos esfuerzos y excesos lograron someterlo, fue tal el abuso que no dude en tomar fotos desde la ventana, los flashazos no perturbaron a los de la calle pero si llamaron la atención de mis vecinos a tres habitaciones.

Tocaron a la puerta y apareció Mariño, “Ya sabía que eras tu güey, acá estoy con Liliana que no puede acabar su nota, ¿estás viendo los trancazos?”, luego ya fue fácil, me dijo que estaba vaciando su servibar y me invitó una cerveza, luego nos seguimos con el servibar de mi habitación mientras esperábamos a Liliana.

Vacíos los dos servicios, apuramos a Liliana que mandaba nota a El Informador de Guadalajara, entonces pasadas las dos de la mañana salimos y en taxi nos fuimos hacia el centro. La memoria falla o no valía la pena recordarlo, pero entramos a uno o dos bares de los que no registré nada y luego llegamos al Berlín.

Mariño pagaba una ronda, luego yo la otra, cerveza Cruzcampo, por turnos nos la pasamos y eventualmente a pesar de nosotros Liliana también colaboró. Un chilango y dos tapatíos que siete días antes no sabían el uno de los otros y viceversa, aún en los primeros días del viaje y como suele suceder, fue poco el acercamiento, lo de siempre, dos grupúsculos, chilangos y tapatíos que se tardan en convivir pero también lo de siempre, fueron las cervezas las que nos pusieron a Mariño y a mí en la misma sintonía y a los demás el tiempo y las jornadas de trabajo.

Desde el lunes que compartimos las primeras cervezas en Triana, Mariño y yo yanos entendimos, el joven escritor ya me había ofrecido su libro de relatos, ya también habíamos intercambiado opiniones sobre la belleza de las mujeres, yo me inclinaba por las de Córdoba, él por las de Granada, Teresa hizo lo que faltaba para que Sevilla ganara.

La música en el Berlín debió haber sido como la de cualquier bar en cualquier parte del mundo, si acaso sólo recuerdo un leve toque retro hacia los 90, para atrás no llegaba a los 80 pero para adelante tampoco se acercaba al 2006, en todo caso algo neutro que si bien no pretendía complacer a todos tampoco molestaba a nadie.

Poco a poco la conversación de tres se convirtió en diálogo, Liliana y yo seguimos platicando mientras la presencia de Mariño era cada vez más espaciada, sólo aparecía en su turno con las cervezas, en cambio cada vez se alejaba menos de la barra, no tardamos en ubicarlo más que interesado en la mujer del bar, claro Teresa, lo sabríamos después.

Pasaron las horas, no muchas. Nos sacaron del Berlín, salímos Liliana y yo, Mariño el de Público de Guadalajara no, lo esperamos…

Tuve que reingresar para convencerlo, él también trataba de convencer a alguien, ¿De qué?, Teresa lo escuchaba detrás de la barra. Al final salímos, Mariño proclamó su amor, “Voy a escribir un cuento y se va a llamar `Teresa la del Berlín¨.

Él mismo se encargó de confesar su amor al día siguiente a todo el que quisiera escucharlo, es decir al grupo de diez periodistas mexicanos en Sevilla, ese mismo viernes me entregó su libro y preparó otro para Teresa.

Viernes. Última noche en Sevilla, pretexto y oportunidad de parranda, ésta vez se sumaron más a la incursión nocturna, andaluces y mexicanos, primero una noche sevillana en un parque público, luego el Garlochí, luego el Berlín…

Andaluces y mexicanos, periodistas e invitados, todos con la expectativa de conocer a la “famosa Teresa del Berlín”, ¿Dónde está la famosa?.

Fue su día de descanso, allá ella, se quedó sin un libro, sin una dedicatoria y sin el amor eterno de Mariño.

Meses después ya en la Feria del Libro de Guadalajara, en La Barra de Tomas, Mariño me presentó a “la artista joven más hermosa de Guadalajara”, conversó con ella un par de horas, luego otro se llevó a la joven talento.

En la Mutualista para equiparar con el Berlín, Mariño me confesó su amor eterno por “la mujer del cabello de dos colores”, a lo mejor ella si tiene un libro.