jueves, 7 de mayo de 2009

La del Berlín



Antes de cualquier cosa debo decir que esta es una historia que a otro corresponde contar: Mariño González.

Si el lugar valía la pena, si la música era para recordarla u olvidarla, si los parroquianos tenían señas particulares, es lo de menos, Mariño y Teresa lo hicieron distinto, lo convirtieron en algo.

“Voy a escribir un cuento y se va a llamar `Teresa la del Berlín´” me dijo Mariño saliendo del lugar, calculo yo que a eso de las 5 de la mañana. Y es que esa noche empezamos tarde, jueves de regreso en Sevilla luego de recorrer en la semana Málaga, Jerez, Granada y Córdoba.

Quedamos como suele ocurrir en “hacer algo en la noche”, pasaron las horas después de la cena, hacia las dos de la mañana ya estaba resignado a dormirme cuando se escucharon fuertes gritos desde la calle, por la ventana pude ver un violento pleito entre tres hombres que a juzgar por su lenguaje o eran inmigrantes o estaban demasiado borrachos o las dos cosas porque nunca les entendí nada.

Era una pelea entre tres civiles, fuerte el pleito, luego llegó una patrulla, ni se acercaron los policías, llamaron refuerzos, sólo entre cuatro intentaron controlar al más violento de los involucrados, con muchos esfuerzos y excesos lograron someterlo, fue tal el abuso que no dude en tomar fotos desde la ventana, los flashazos no perturbaron a los de la calle pero si llamaron la atención de mis vecinos a tres habitaciones.

Tocaron a la puerta y apareció Mariño, “Ya sabía que eras tu güey, acá estoy con Liliana que no puede acabar su nota, ¿estás viendo los trancazos?”, luego ya fue fácil, me dijo que estaba vaciando su servibar y me invitó una cerveza, luego nos seguimos con el servibar de mi habitación mientras esperábamos a Liliana.

Vacíos los dos servicios, apuramos a Liliana que mandaba nota a El Informador de Guadalajara, entonces pasadas las dos de la mañana salimos y en taxi nos fuimos hacia el centro. La memoria falla o no valía la pena recordarlo, pero entramos a uno o dos bares de los que no registré nada y luego llegamos al Berlín.

Mariño pagaba una ronda, luego yo la otra, cerveza Cruzcampo, por turnos nos la pasamos y eventualmente a pesar de nosotros Liliana también colaboró. Un chilango y dos tapatíos que siete días antes no sabían el uno de los otros y viceversa, aún en los primeros días del viaje y como suele suceder, fue poco el acercamiento, lo de siempre, dos grupúsculos, chilangos y tapatíos que se tardan en convivir pero también lo de siempre, fueron las cervezas las que nos pusieron a Mariño y a mí en la misma sintonía y a los demás el tiempo y las jornadas de trabajo.

Desde el lunes que compartimos las primeras cervezas en Triana, Mariño y yo yanos entendimos, el joven escritor ya me había ofrecido su libro de relatos, ya también habíamos intercambiado opiniones sobre la belleza de las mujeres, yo me inclinaba por las de Córdoba, él por las de Granada, Teresa hizo lo que faltaba para que Sevilla ganara.

La música en el Berlín debió haber sido como la de cualquier bar en cualquier parte del mundo, si acaso sólo recuerdo un leve toque retro hacia los 90, para atrás no llegaba a los 80 pero para adelante tampoco se acercaba al 2006, en todo caso algo neutro que si bien no pretendía complacer a todos tampoco molestaba a nadie.

Poco a poco la conversación de tres se convirtió en diálogo, Liliana y yo seguimos platicando mientras la presencia de Mariño era cada vez más espaciada, sólo aparecía en su turno con las cervezas, en cambio cada vez se alejaba menos de la barra, no tardamos en ubicarlo más que interesado en la mujer del bar, claro Teresa, lo sabríamos después.

Pasaron las horas, no muchas. Nos sacaron del Berlín, salímos Liliana y yo, Mariño el de Público de Guadalajara no, lo esperamos…

Tuve que reingresar para convencerlo, él también trataba de convencer a alguien, ¿De qué?, Teresa lo escuchaba detrás de la barra. Al final salímos, Mariño proclamó su amor, “Voy a escribir un cuento y se va a llamar `Teresa la del Berlín¨.

Él mismo se encargó de confesar su amor al día siguiente a todo el que quisiera escucharlo, es decir al grupo de diez periodistas mexicanos en Sevilla, ese mismo viernes me entregó su libro y preparó otro para Teresa.

Viernes. Última noche en Sevilla, pretexto y oportunidad de parranda, ésta vez se sumaron más a la incursión nocturna, andaluces y mexicanos, primero una noche sevillana en un parque público, luego el Garlochí, luego el Berlín…

Andaluces y mexicanos, periodistas e invitados, todos con la expectativa de conocer a la “famosa Teresa del Berlín”, ¿Dónde está la famosa?.

Fue su día de descanso, allá ella, se quedó sin un libro, sin una dedicatoria y sin el amor eterno de Mariño.

Meses después ya en la Feria del Libro de Guadalajara, en La Barra de Tomas, Mariño me presentó a “la artista joven más hermosa de Guadalajara”, conversó con ella un par de horas, luego otro se llevó a la joven talento.

En la Mutualista para equiparar con el Berlín, Mariño me confesó su amor eterno por “la mujer del cabello de dos colores”, a lo mejor ella si tiene un libro.

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